martes, 28 de diciembre de 2010

EL EROTISMO EN ALGUNOS POEMAS DEL SIGLO XX

En la historia de la humanidad el erotismo ha sido asociado a la transgresión, a la ruptura, al ejercicio de los bajos sentidos del cuerpo. Siete siglos antes de Jesucristo la griega Safo se rebeló y declaró su bisexualidad en dulces versos que expresan los placeres del cuerpo, hasta el punto que algunos moralistas de la época quemaron parte de sus epigramas. Gracias a la literatura el erotismo salió del anonimato, y pudo desarrollarse como una manera de ver y sentir fragmentariamente la vida, aunque por ese hecho no perdió su carácter subversivo, ni la persecución inquisitiva de la sociedad y la religión.

Otro caso memorable fue el del Marqués de Sade, quien opuso al amor el erotismo; el amor para Sade era una hipocresía, una ilusión, y el erotismo una realidad. Sus prácticas sexuales lo llevaron a la cárcel, pero su aporte a la literatura, a la creación de una filosofía fundada en la degradación moral y física del cuerpo echó abajo tabúes y prejuicios que dieron paso a una mirada nueva y descarnada del cuerpo.

El erotismo es complejo y misterioso porque nace de un vértigo, en el cual los protagonistas en una súbita comunión sexual se enfrentan, se abrazan y por un instante forman un sólo cuerpo, un sólo ser. Esta concepción de erotismo se encuentra recreada en la llamada poesía erótica que en el siglo XX contó con varios representantes que permitieron una visión más libre y audaz a la exaltación del amor físico.

Encontramos el erotismo sutil, en la cual la acción es sugerida, disfrazada de palabras que llevan a fetichizar el sexo casi hasta sublimarlo. La uruguaya Adelmira Agustini, nos habla del miembro sexual del hombre como un cisne que ella acaricia y hace poesía; la imagen es táctil y sugerente. Así se puede evidenciar en siguiente verso: “agua le doy a mis manos y él parece beber fuego y yo parezco ofrecerle todo el vaso de mi cuerpo”. La poetiza finaliza con una metáfora bien elaborada: “Hunde el pico en mi regazo y se queda como muerto”. O Jaramillo Agudelo que en un sólo roce vislumbra la plenitud el cuerpo de su poema Tu Lengua: “tu lengua, tu sabia lengua que inventa mi piel”.
El erotismo nos recuerda a la muerte, a sus orillas imaginarias. Eros embriagado se acerca al abismo de Tànatos y en una dicha fugaz muere y renace nuevamente; Gaitán Duràn al respeto escribe: “siento el sudor ligero de la siesta, bebemos vino rojo. Esta es la fiesta en que más recordamos a la muerte”.


Otro ejemplo de sensualidad erótica es la obra de Cavafis; el fino lirismo de sus palabras profundiza el ambiente de los amores escabrosos, en los cuales habla la voz de la experiencia y la pasión: “era pobre y sórdida la alcoba… y allí en una cama mísera y vulgar/ poseí el cuerpo del amor, poseí los labios sensuales y sonrosados por el vino”.

Un erótico imprescindible es Octavio Paz. Su vocación contemporánea ha llevado al entorno a un altar situado entre las fronteras de lo sagrado y lo maldito, donde el conocimiento y la sensación forman una instantánea del hecho poético. Consciente de la fragmentación del mundo moderno, Octavio Paz ha vislumbrado en este desgarramiento una similitud con el acto erótico. En su obra Poema circulatorio vemos realizada esta reconciliación así queda evidenciado en la siguiente cita: “en el bosque de las prohibiciones/ lo maravilloso/ canta/ cógelo/ está al alcance de tu mano...” El erotismo fragmentado, el hombre tiene la capacidad de hacerlo a su voluntad y semejanza. Octavio Paz ha sido uno de los escritores que ha logrado erotizar el lenguaje, por eso su mejor poesía está alimentada, contaminada de erotismo.


El erotismo ha sido uno de los temas recurrente en la poesía del siglo XX que permite visualizar una nueva forma de vivir, asumir y sentir esa experiencia del placer de la sexualidad, a través de un lenguaje elaborado, sugestivo. Un lenguaje poéticamente erotizado que logra expresar todo un estado de éxtasis físico y lascividad.

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